Un acuerdo firmado el 2018 entre el Ministerio de Agricultura y los gobiernos regionales de Ica y Huancavelica permite la construcción de dos represas para desviar más agua de las lagunas altoandinas, pero no detalla obligaciones ni beneficios para la población que vive y depende de estas. Ellos no cuentan con agua potable, y su solución no está contemplado en el pacto.
Elvis Escobar vive al pie de la Laguna Pariona, en las heladas pampas de Huancavelica. Desde su puerta se ven los restos de lo que alguna vez fue un próspero criadero de truchas: ahora, donde antes hubo millones de litros de agua, ahora hay un descampado de tierra blanca, seca y agrietada. Es el lecho de la laguna que se empezó a extinguir hace siete décadas, desde que un proyecto del Gobierno ordenó desviar sus aguas para para abastecer a proyectos agrícolas.
Elvis es presidente de la “Asociación de Productores de Truchas y Alpacas Los Ángeles”, que reúne a 50 criadores de trucha de la provincia de Huaytará, pero en esta temporada no hay peces que criar, ni agua suficiente para sus alpacas. En estos días es solo el guardián de una laguna seca.
“El ecosistema se alteró desde que construyeron un canal para enviar toda el agua a Ica. Perdimos negocios, animales y una laguna hermosa. Podemos compartir este recurso, pero debemos beneficiarnos los comuneros de las dos regiones, no solo ellos”, dice Elvis.
El dirigente se refiere al Sistema de Trasvase de Choclococha, una obra construida en 1950 para represar con material impermeable los bordes de tres enormes lagunas de la cuenca alta de Huancavelica (Orcococha, Choclococha y Ccaracocha), a fin de juntar más agua y derivarla a la costa de Ica.
El líquido es desviado por ductos de cemento, de unos 55 km de largo, que atraviesan esta región altoandina que sobrevive de la crianza de camélidos y tiene al 50% de su población en extrema pobreza. Quienes demandan el recurso son las grandes agroexportadoras de palta, espárragos y uvas que han sobreexplotado sus propios acuíferos, las mismas que –al término de este 2018– habrán facturado ventas por mil millones de dólares. El valle iqueño de Villacurí es una de las zonas más críticas por estrés hídrico. Allí 139 agroexportadoras pugnan por acceder al agua para no perder sus millonarios cultivos.
Las compuertas del trasvase permanecen cerradas casi todo el año, por eso grandes tramos de la Laguna Pariona y de otros estanques se secan hasta casi desaparecer. Solo se abren los meses de estiaje costero, de setiembre a octubre. Cuando ello sucede, Eudosia Martínez y sus vecinos de la comunidad huancavelicana de Santa Inés huyen de casa con lo que tienen puesto, pues corren el riesgo de que los ríos y lagos ubicados en la ruta se desborden por la fuerza del torrente.
“En cualquier momento Santa Inés va a desaparecer. Si no es por la inundación, será por el friaje. Nosotros sí queremos compartir porque con Ica somos como hermanos, pero no recibimos apoyo de ninguna de las dos regiones. Seguimos aislados”, cuenta Eudosia mientras muestra los daños que causó la última credida del caudal en su casa de quincha.
A pocos metros de ello, aprovechando las filtraciones de la laguna, su vecina Cleta Durand lava la ropa. “Solo para esto sirve, porque también está contaminada por culpa de las mineras. Hace años no podíamos ni siquiera tocar el agua, había guardias cuidando el canal. Todo era para Ica”, dice Cleta.
Los pobladores de Santa Inés, Carhuancho, Choclococha, Pilpichaca y todas las comunidades aledañas a este trasvase, que desvía 83 millones de metros cúbicos anuales a la agroexportación, no cuentan con agua potable. Se abastecen del líquido entubado que proviene de los puquiales.
Tras siete décadas de tensiones –agudizadas desde el 2005 por la intención del Gobierno Regional de Ica de construir nuevos ductos sobre los bofedales huancavelicanos– en marzo del año pasado el Ministerio de Agricultura y los gobernadores de Huancavelica, Glodoaldo Álvarez; y de Ica, Fernando Cillóniz, firmaron un convenio al que bautizaron como “La hermandad del agua” y que, aseguran, acabará con el conflicto.
El pacto incluye la creación de dos nuevas represas para derivar más agua a la agroexportacion costera; ya no en la parte alta de la cuenca, sino en una zona media, casi limítrofe con Ica. Sin embargo, la forma cómo llegaron a este acuerdo y los beneficios concretos que obtendrá Huancavelica a cambio no están claros.
Una de las represas se construirá sobre la lánguida Laguna Pariona, pero Elvis Escobar ni sus vecinos alpaqueros de Huaytará conocen los detalles del proyecto. El mismo alcalde de su provincia, Jesús Huarcaya, admitió a Ojo-Publico.com que no leyó el acuerdo firmado.