Prudencio sigue la tradición familiar del cultivo de café en la selva de Puno. Una historia que empezó con su abuelo.
Estaba en tratamiento, pero llegó la pandemia y en el hospital ya no podían atenderlo. Enfermó. Tenía miedo. “Sufría, sufría y se fue”. Así describe el proceso que vivió su padre hasta fallecer, en junio del año pasado. Don Nicanor partió, pero sin saberlo dejó un triunfo. Ya habían postulado al VI Concurso Internacional de Cafés Tostados al Origen AVPA, desarrollado en París, Francia. Hasta entonces, la familia Ochochoque solo había obtenido un título provincial. Como parte de la marca Sandia Coffee, Prudencio Ochochoque Mamani logró medallas de oro, plata y bronce compitiendo con alrededor de 200 marcas de café de 25 países, desde Camerún hasta Colombia.
En medio de la selva puneña está la finca de la familia Ochochoque, a la que llaman Munaypata. Se encuentra cerca de la carretera, rodeada de árboles, entre puentes, por donde pasa el río Inambari. Para dar esta entrevista, Prudencio deja la comunidad de Iparo, en la provincia de Sandia, y se traslada tres kilómetros en moto hasta la zona de San José, donde recién puede acceder a la cobertura de telefonía.
En su DNI dice 86 años, pero estiman que tenía 96. Fue registrado unos diez años después de haber nacido. Don Nicanor se fue con casi un siglo de vida y dejó la sabiduría de que las victorias tardan, pero llegan. “Este también es un triunfo de él”, afirma el hijo desde los 1,600 metros sobre el nivel del mar.
-¿Cómo te ha tocado afrontar la pandemia?
Como siempre estamos en la chacra, aislados, la pandemia casi no la vivimos. Cuando salimos de la casa a la ciudad, ahí sí nos afecta porque hay bastante control. Acá en el campo está todo normal.
-¿Y cómo es el mejor café del mundo?
(Ríe). Producimos naturalmente el café. Y tenemos variedades, que las mezclamos. Es muy bonito haber ganado el concurso.
-¿Qué hace especial al café que produces?
El manejo y cuidado del café. La cosecha selectiva. El secado. La fermentación a su debido tiempo. Y el secado a una temperatura prudente, no muy soleado ni muy en sombra, punto medio.
-¿Cómo es el proceso de cultivo del café?
Hay tres etapas: en marzo, junio y agosto. En marzo preparas tu secadero, todo tiene que estar limpio. El plantado se hace en el tiempo de lluvia. Octubre, noviembre, diciembre, enero, febrero es temporada de lluvia y en esas fechas aprovechamos para la plantación del café. Ahorita estamos en aumento de áreas para café. Pero el café produce luego de tres a cuatro años. De marzo a agosto lo sacamos y con todo secado, acopiado en la casa, el grano todo seco para entregar a la cooperativa, está listo para exportación.
-Sigues la tradición de don Nicanor. ¿Cómo así?
Mi padre ha sido caficultor desde chibolo. Mi abuelo le ha enseñado. Claro, no ha tenido apoyo, como ahora. Lo hacía sin asesoramiento de nadie, según los ancestros, según las costumbres de los abuelos. Y así me ha dejado la parcela.
-¿Dedicarte al café fue una elección o querías seguir otra actividad?
Mi padre me dijo: “Te tienes que dedicar al café, tienes que continuar mi trabajo; si algún día yo descanso, ustedes tienen que continuar”. Es por eso que sigo con el cultivo de café. Todos los hermanos nos dedicamos al café.
-¿Pero tú no quisiste dedicarte a otra cosa?
Hasta el día que gané el concurso en Francia, pensaba en dedicarme a la minería y un poco iba a la mina. Pero haber ganado este concurso como mejor café del mundo me ha motivado a seguir en la chacra y dedicarme solo a cultivar el café. Siempre me ha gustado trabajar para sobresalir algo, para ganarle algo a la vida. En la mina he conocido un poco de plata y casi me descuido, pero ahora sí voy a volver a trabajar en la agricultura.
-Tu padre se habría molestado si, finalmente, te dedicabas a la mina.
La mina es fácil; y como dicen, lo que viene fácil, fácil se va. Yo era jovencito, no tenía experiencia. Ganando plata me iba lejos de mi padre. Pero la vida no es así, tienes que sobresalir con esfuerzo. Hay que valorar el esfuerzo del padre y de uno.
-¿Eres padre?
Todavía. Estoy joven, tengo 30 años y no pienso aún en eso (risas).
-¿Qué les falta en Iparo para mejorar la producción de café?
Tenemos varias necesidades. Pero lo primero es el acceso a Internet, que no tenemos. En segundo lugar, tengo mi parcela al lado del río y no tengo puente, necesito ese acceso para llevar mis abonos, el café, etc.
-¿Y exportar directamente es aún complicado?
Estamos en una cooperativa, que te paga luego de un año. El café tiene que viajar de Sandia a Juliaca, luego a Lima y de ahí a otro país. Tienen que negociar y no es al toque el pago. Y Sandia Coffee es una marca que agrupa a todos los productores de la zona.
-¿Cómo ves el futuro?
Luego de haber ganado este concurso, me gustaría participar en otros concursos. Mejorar siempre mi parcela, mi chacra, mejorarla más. Y si Dios quiere, ganar los próximos concursos.
-Tal vez llegar hasta Francia.
Quiero ser el mejor cafetalero. Mis padres han sido los mejores y yo quiero estar al nivel de ellos o estar un poco más que ellos. Tener mejor calidad. Y sí, quizás viajar a Francia, donde gané (ríe).
-¿Qué le dirías a tu padre?
(Se queda en silencio). Le daría un abrazo de oso y le diría que hemos ganado, los dos.
AUTOFICHA:
- “Mi nombre es Prudencio Ochochoque Mamani. Tengo 30 años. Soy natural de la comunidad campesina de Iparo, donde nací. Mi madre me contó que me dio a luz en la misma comunidad, no me llevó a ninguna posta. Ella sigue junto a mí, está en vida todavía”.
- “Acabé mi colegio en José Carlos Mariátegui, la provincia de Sandia, hasta cuarto de secundaria. Hubo un poquito de descuido porque me fui a la mina, pero después me fui a Juliaca y allá lo acabé en el año 2018, hace poco. Y ya tengo todos mis certificados completos”.
- “La mayor parte del tiempo la he pasado con mi padre, trabajando en la chacra. Cuando no hay cosecha, tenía que irme a la mina a trabajar. También me gusta la ganadería y por eso tengo ganado. Y me gusta el fútbol, pero no soy hincha de Cienciano. Mi equipo es Alianza, soy aliancista desde chibolo”.
FUENTE: Perú21