Una familia cristiana y el libro sobre el APOLO XI sembraron en Gustavo Jamanca Lino un sueño: poder convertirse en astronauta de la NASA. Sus estudios de Ingeniería Metalúrgica le han permitido perseguirlos: en unos días partirá a Hawái en una misión análoga de International Moon Alliance que busca continuar la conquista de la Luna y Marte.
Fue un privilegiado: de niño lo perseguía la Luna. También lo acompañaba Dios, cuando la neblina en Huaral, esa ciudad a 80 kilómetros al norte de Lima, bajaba hasta los segundos pisos y volvía invisible la maravilla: el cielo de la sierra del Perú.
Gustavo Jamanca Lino nació en Huacho, en 1990 y pronto se mudó a Huaral, donde vivió casi doce años antes de seguir las pistas que lo habían guiado desde niño. Hijo del Dr. Teodorico y la Lic. Odilia, mucho antes de ingresar a la Universidad Faustino Sánchez Carrión para estudiar Ingeniería Metalúrgica, se formó en la curiosidad. Por un lado, la lectura de la Biblia en su familia cristiana lo invitó siempre a “formar parte de algo mucho más grande”, y por otro, un libro con fotos grandes sobre el viaje del APOLO XI en 1969 que su padre había dejado estratégicamente cerca de su alcance, hasta que se convirtió en su juguete.
Y como suele pasar con estos objetos, que transforman, Gustavo Jamanca Lino pensó que si los astronautas Neil A. Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins habían podido pisar la Luna luego de viajar a bordo del APOLO XI, por qué él no.
Veinte años después de aquellos días en Huacho, el ingeniero Jamanca Lino arma maletas para poder viajar a Hawái y sumarse a la Misión Análoga HI-SEAS, un proyecto en colaboración con NASA Godgard que busca simular entrenamiento de astronauta y hacer experimentos similares a los que se harían en la Luna. Y desde su función de investigación principal de la Misión Análoga Asclepios, 24/7 allá en Huacho con pandemia, busca desarrollar un método para preparar el suelo de Marte para la agricultura.
—¿Cuándo dirías que empezó tu curiosidad por el espacio?
—Todos los niños tienen la curiosidad de por qué la Luna los sigue, ¿no? Ahí, un poco. Pero también recuerdo que las clases de Ciencias me gustaban mucho, que las aprendía bastante rápido. Me gustaba locutar. Ahí mis padres fueron muy importantes: siempre me impulsaron a crecer. No quería ser astronauta, o sea, no lo tenía tan claro, pero sí sabía que algo grande tenía que hacer con mi vida.
—¿Entonces, cuándo fue el quiebre?
—Terminé la universidad José Faustino Sánchez Carrión a los 19 años —N.de R. Ingresó a los 14—. En mi tierra tienes el cielo todas las noches y también en el trabajo al que ingresé muy joven, ya como ingeniero metalúrgico: unas compañías mineras al interior del país. Allá puedes pasar hasta 47 días encerrado, y solo dos días para salir. Es parte del trabajo, no una queja, pero vives solo en este lugar, a diez horas de tu familia. Despierta cierta nostalgia y aprendes a tener conexión contigo mismo. En 2017 fui a un evento que lideraba Jheison Huerta, astrofotógrafo cuyo trabajo ha sido publicado en NASA. Uno de sus talleres para contemplar el espacio y hacer fotos. Eso me cambió
—¿Por qué?
—Me di cuenta que el espacio es inmenso que tiene mucho por explorar. Me quedé impresionado con las fotos de la Vía Láctea. Además, solo me quedó observar: mi cámara no era la apropiada para hacer fotos y solo tuve que mirar. Es uno de esos campamentos que sirven para hacer introspectiva, también. Fue una señal: qué estoy haciendo con mi vida, esto es lo que quiero. ¿Tiene sentido lo que estoy construyendo para mi futuro? Podía trabajar en una corporación y ayudarle a ganar mucho dinero, millones de dólares, pero… ¿eso es trascender?
—¿Qué ocurrió luego?
—Leí que un grupo de muchachos iban a mandar un experimento a la Luna, ¿te acuerdas? y escuché que existía la Universidad Internacional del Espacio, de Francia. Tenía una maestría y programas de estudio, podías elegir. Y puedes terminar un Máster en Estudios Espaciales. Me pasé días enteros buscando información en Internet. Tiene un convenio con NASA y el mejor alumno de cada promoción se va a trabajar con ellos. Ni siquiera lo dudé: el programa que yo vi para inscribirme tenía como profesor al número 2 de NASA, James Green. Una tarde, por ejemplo, Buzz Aldrin, el célebre astronauta que llegó a la Luna, llegó de improviso a la clase y todo. ¡Increíble! Descubrí entonces que estaban muy interesados en la minería espacial, cómo poder transformar y aprovechar los recursos de la Luna o Marte. Quise negociar con mi trabajo pero fue imposible. Pedí vacaciones, armé días que me debían, pero no pudo ser. Entonces dejé todo. Antamina me dio una carta de presentación, el rector de la universidad también. Eso fue muy importante, otra señal. Con esos dos documentos, lo conseguí. Fuimos 3 sudamericanos. En marzo del 2019 me ofrecen una beca parcial, al 60% de costo. Y me mudé a Estrasburgo, la capital de la comunidad europea. ¡Nuestra ceremonia de inauguración fue en el Parlamento Europeo!
Luego vino la pandemia.
Pero como dice Buzz Ligth Year cuando se arenga, “hasta el infinito y más allá”. El peruano no se detuvo. Estudia en la Colorado School of Mines (la Universidad de Minas de Colorado, EE.UU) el programa de la maestría en Recursos Espaciales. Continúa con su tesis en Perú. De hecho, mientras hablamos al teléfono y chateamos por WhatsApp me envía un documento con todos los pendientes en los que sigue trabajando y los que tiene ahora mismo: viajar a Hawái antes del 31 de marzo, apenas consiga las visas y la bolsa de viajes necesaria, pues ha sido admitido como oficial de Recursos Espaciales de la tripulación Selene V para participar en la misión HI-SEAS. ¿Qué hará allá un peruano, en el desierto de piedra rocosa y vestigios de lava que ha sido escenario de algunos minutos de la Guerra de las Galaxias? El HI-SEAS es un ambiente que simula las condiciones de una futura base en la Luna o Marte, donde los astronautas desarrollan una serie de experimentos de la superficie donde existen minerales.
—¿Hacer habitable la Luna?, el pregunto.
Digamos que sí. El pronóstico de los científicos es que esto sea posible en el 2030. ¿Puedes creerlo?
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Mientras pasan los días, es inevitable pensar lo que podría significar para la historia de humanidad que estos estudios terminen con inmensas conclusiones. Que la Misión Análoga Asclepios, por ejemplo, y su proyecto REDMARS busque desarrollar un método para preparar el suelo de Marte para la agricultura. Y que allí esté un peruano.
FUENTE: El Comercio